Estimados amigos,
Es un gran placer compartir con todos ustedes esta velada en que recibo la Flor de Lis por mi carrera como Ceremonialista.
Dedico estas palabras a mi madre, a mi hermana, a mi hijo y a mi esposo que han sido protagonistas en mi vida.
Agradezco a la familia y a los amigos presentes por haber llegado hasta aquí y por estar compartiendo este momento conmigo.
Felicito a mis pares que hoy recibirán la medalla de Gratia Plena por hacerle el bien a la sociedad.
Quiero detenerme especialmente en agradecer al presidente de la Asociación de caballeros de Nuestra Señora Santa María de Buenos Aires, profesor don Rubén de Gavaldá y Castro, a la presidenta del Centro de Altos Estudios de Ceremonial de Buenos Aires, doña Lidia Minni por elegir entregarme la Flor de Lis respetando mi forma de ser, que es divertida y expansiva, a veces más allá de los protocolos tradicionales. Por esto, y desde el fondo de mi corazón les digo MUCHAS GRACIAS, nunca soñé con recibir esta máxima distinción, que será desde ya uno de los objetos que le dejaré a mi hijo como legado.
Yo quería ser actriz. Mi madre me persuadió de estudiar en el Ott College en paralelo a la carrera de arte dramático. Y acepté. Corría el año 1986, tenía 20 años. Allí conocí profundamente el mundo del protocolo y el ceremonial de la mano de mi primer maestra, mi mentora, Dorothy Muir de Ott quien nos transmitió el ceremonial inglés y francés.
Con el tiempo, con más formación y en mis distintos trabajos en multinacionales y en medios de comunicación los fui poniendo en práctica hasta que alcancé la cima trabajando en una Embajada. También apliqué y aprendí nuevas reglas de protocolo y ceremonial en la serie de viajes que realicé por el mundo, compartiendo con personas de culturas completamente distintas como la japonesa.
Ambas experiencias, la laboral y la de viajera me permitieron aprender y perfeccionarme sobre la base de los ejemplos de los demás y de enormes errores propios, que de hecho me inspiraron a escribir un libro sobre el cual aún estoy trabajando.
Peter, hijo, escuchá esto, sabés que el libro que estoy escribiendo comienza con un cuento, que no se sabe si es real o no:
Resulta que el gran escritor de "El Libro de la Selva" y primer Premio Nobel de Literatura inglés en 1907, Rudyard Kipling, un día pasó junto a un sabio que estaba en el cementerio ofrendando hojitas, agua, restos de comida en platitos. Entonces el aclamado escritor, se río y le dijo:
"¡Oiga! ¿Cuándo cree que su muerto se comerá lo que UD le deja?"
y el sabio le contestó:
"El mismo día en que su muerto salga a oler las flores que usted le deja".
Es un ejemplo de convivencia intercultural, en este caso de distintas creencias pero complementarias.
NO HAY CULTURA MEJORES O PEORES, HAY CULTURAS DISTINTAS.
El Ceremonial, el protocolo y la etiqueta o las normas de cortesía se aprenden primero en casa, se activan en casa, ya que están latentes en el inconsciente colectivo.
Todos compartimos conceptos comunes sobre lo que está bien y lo que está mal. El vértigo de la era contemporánea y la multiplicación de mensajes a través de los Medios de Comunicación representa a veces, un desafío para sostener los valores elementales y las reglas de educación.
Como padres tenemos que dedicarles tiempo a nuestros hijos enseñandoles a comer, a pararse, a vestirse, a decir por favor, disculpe, muchas gracias. A no decir palabras soeces, a agradecer lo que se tiene y no quejarse, a callar en el cine y en una ceremonia religiosa, a ayudar a los ancianos a caminar por la calle, a darle el asiento a una mujer embarazada, a dejar pasar primero a las damas, y a compartir lo último que queda en la heladera.
Son las reglas que los humanos fuimos creando desde la prehistoria cuando empezamos a construir nuestro mundo simbólico, pintando en la cueva cómo cazábamos el mamut. O cuando participamos del primer entierro de nuestros seres queridos, lo que nos obligó a quedarnos y dejar de ser nómades y apareció la religión, el sedentarismo, la agricultura, la civilización, y hasta la corte. Todas estas experiencias fueron creando las normas de comportamiento durante los actos estáticos.
Desde pequeños comenzamos a izar la bandera, a cantar el himno, a estar quietos, a respetar los símbolos patrios a hacer silencio cuando ingresa la bandera. Todos, absolutamente todos, estamos afectados por el protocolo, las reglas, y el ceremonial, la ceremonia. Desde los 10 mandamientos que Dios le entregó a Moisés –el protocolo- hasta el power point que hoy presentamos frente a los directores de Latinoamérica en una multinacional, convivimos con el protocolo y presenciamos cientos de ceremonias anualmente. Los viejos ritos para lograr que llueva se han convertido en una llegada tarde por un piquete en el puente. Todo continúa, pero con algunos cambios de escenarios. El hombre primitivo hacía un hueco dentro de su casa para enterrar a sus muertos y comía la carne cruda con la mano. Hoy se pagan fortunas en entierros, en algunas culturas se utiliza música y se aplaude, y en otras sencillamente se dedican palabras en homenaje al que se ha ido.
Luego de pensar mucho, elegí las máximas que San Martín para cerrar mis palabras.
Cuando San Martín partió de Mendoza para cruzar los Andes, su hija Mercedes tenía cuatro meses y se volvieron a ver en 1818 después del triunfo de Chacabuco. Debido a la enfermedad de su esposa Remedios, su hija, la niña Mercedes fue criada y educada por sus abuelos, lo que derivó en una niña caprichosa y maleducada. En 1824 se embarcaron juntos a Europa y una vez en Francia, el General San Martín se ocupó de reeducarla, y entre otras cosas escribió estas Máximas en el año 1825, que aún siguen vigentes y quizás ahora más que nunca, ellas rezaban:
1. Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que no perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: "Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos".
2. Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.
3. Inspirarla a una gran confianza y amistad pero uniendo el respeto.
4. Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.
5. Respeto sobre la propiedad ajena.
6. Acostumbrarla a guardar un secreto.
7. Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.
8. Dulzura con los criados, pobres y viejos.
9. Que hable poco y lo preciso.
10. Acostumbrarla a estar formal en la mesa.
11. Amor al aseo y desprecio al lujo.
12. Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.
Que Dios los bendiga, que Dios bendiga a nuestro pueblo, que vele por nosotros e ilumine a nuestros funcionarios. Muchas gracias.
Silvia Ramos de Barton
Especialista en Protocolo Corporativo
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