El doctor Antonio Las Heras nos cuenta el
misterio de los Reyes Magos
“Del oriente vinieron magos que seguían
a una
estrella,
la cual se detuvo sobre el lugar donde nació
el nuevo Mesías.”
Esta frase del Evangelio ha despertado – desde un principio – la curiosidad
en los creyentes y el afán de investigación en
los estudiosos.
Hasta hace poco había
acuerdo en general para coincidir en que los magos venidos
de Oriente que
menciona el Evangelio eran sacerdotes babilonios. Ha habido cierta
coincidencia
en que la referencia a magos procedentes del Oriente refiere a la
Mesopotamia y, más precisamente, a la ciudad de Babilonia, donde es
reconocida la
existencia de una destacada casta de sacerdotes astrólogos.
Empero, el nuevo libro – “La infancia de Jesús” – del Papa
Benedicto XVI afirma
otra cosa. Dice que, según los textos
sagrados – hace referencia al evangelista Mateo
y al profeta Isaías – su procedencia
no era otra que Tarsis – o
Tartessos – un
reino que los historiadores ubican en algún punto indeterminado entre las
provincias
de Huelva, Cádiz y Sevilla.
"Así
como la tradición de la Iglesia ha leído con toda naturalidad el relato de la
Navidad sobre el trasfondo de Isaías 1,3, y de este modo llegaron
al pesebre el buey
y el asno, así también ha leído la historia de
los Magos a la luz del Salmo 72,10 e
Isaías 60. Y, de esta manera, los hombres sabios de
Oriente se han convertido en
reyes, y
con ellos han entrado en el pesebre los camellos y los
dromedarios", escribe
Benedicto XVI. "La
promesa contenida en estos textos extiende la proveniencia de
estos
hombres hasta el extremo Occidente (Tarsis, Tartessos en España),
pero la
tradición ha desarrollado ulteriormente este anuncio de la universalidad de
los reinos de aquellos soberanos,
interpretándolos como reyes de los tres
continentes entonces conocidos:
África, Asia y Europa."
Habida cuenta de estas
afirmaciones papales tiene sentido traer a la memoria
una síntesis de cuánto
se ha dicho sobre estas personas que acompañaron a
Jesús, José y María al tiempo del Nacimiento. Veamos.
En la
Biblia se los
llama "magos", a secas,
siendo mencionados una sola vez:
"Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos
magos llegaron de Oriente a Jerusalén, preguntando: ¿Dónde está el
rey de los
judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en
Oriente y venimos a
adorarlo.(...) abrieron sus cofres y le ofrecieron regalos:
oro, incienso y mirra
(...)".
El profesor Alfonso Di
Nola, experto italiano en Historia de las Religiones y
autor de textos fundamentales
que han ayudado a esclarecer al respecto, señala:
"Los Magos son personajes
del Evangelio, aunque se mencionan exclusivamente
en el segundo capítulo del Evangelio de San Mateo. No son ni tres, ni reyes.
Son mencionados de
manera imprecisa como "magos" y provienen de un Oriente
también indeterminado. (...).
Posteriormente los textos apócrifos harán de ellos personajes más complejos,
estableciendo que eran tres, y ricos... Pero en un principio no eran
así".
El historiador argentino
Armando Alfonso Piñeiro se refiere al tema en su libro
"Los fantasmas del
pasado" donde escribe
que los magos eran
"sacerdotes y
astrónomos de origen persa, como lo probaría el uso de
camellos para transportarse
hasta Belén. Vivían en Comagenes, diminuto
reino ubicado al norte del río Eufrates
y como rendían culto al Zoroastro,
era imposible que fueran astrólogos. En aquella
época se llamaban magos, precisamente, a los astrónomos y en general a todo docto
personaje". También el destacado Maestro Masón
del Grado 33º Emilio J.
Corbiere – ya fallecido – pensaba así. Merece un párrafo especial
el hecho
de que estos sabios llegaran a Belén guiados por los movimientos
de un objeto
celeste al que el evangelio denomina “estrella” de manera ambigua;
pero que
bien pudo ser un cometa, un stellium, una supernova o cualquier otro
fenómeno cósmico que se destacara en el firmamento. El que usaran un
objeto
así para guiarse obliga a pensar que se trató de astrólogos o astrónomos.
Más propiamente en aquellos días sacerdotes, maestros
esotéricos o practicantes
de la Alta Magia Blanca. Sin olvidar, claro está,
que el objeto cósmico
– fuera lo que fuese – estuvo profetizado.
En Jeremías leemos: «Y tú, Belén, tierra de Judá,
de ningún modo eres la menor
entre las principales ciudades de Judá, porque de
ti saldrá un jefe que será el
pastor de mi pueblo Israel.» Y también está la
profecía de Balaam:
«Una estrella brillará sobre Jacob y un cetro
brotará de Israel.»
Hay opiniones de que se trata de una creación surgida de
la imaginación del
evangelista Mateo para enfatizar que Jesús fue
reconocido por todos los pueblos
del orbe.
En cuanto al hecho de llamárselos
“reyes” – lo que sólo ocurrió a partir del
Siglo III – puede deberse a que se quiso
dar confirmación a una profecía del
Salmo 72, donde se lee: “Todos los
reyes caerán delante de Él”.
Con el tiempo, surgieron
grabados antiguos donde los viajeros aparecen vestidos
con túnicas ceñidas
a la espalda, sobre la cual flota el manto echado hacia atrás.
Gorros frigios y
las piernas desnudas o cubiertas con polainas apretadas, según
la
costumbre persa.
Hay polémica sobre la cantidad de magos que
integraba el célebre grupo que, según
quienes, fluctúa entre cuatro y
doce. Explica Alonso Piñeiro que
"en el siglo V el Papa
San León dictaminó que eran tres. Ello no sólo
coincide con numerosos testimonios
coetáneos, sino también con el sugestivo
hecho de que los regalos obsequiados al
Niño Jesús eran oro, incienso y mirra.
Vale decir, uno por cada visitante".
Di Nola coincide: "Es a causa de los dones que
presentan al niño Jesús, el oro,
el incienso y la mirra, que ellos se
convirtieron en tres para la tradición posterior. A
Anteriormente eran
catorce". Prueba de
estas diferencias numéricas se ven
reflejadas en las pinturas alegóricas
del siglo tercero representando a dos magos
solamente así como las
realizadas doscientos años más tarde que elevan la cifra a
cuatro.
Algunos
manuscritos armenios de la época hablan de doce; tal vez uno por cada
signo del Zodíaco.
El teólogo cristiano
Orígenes (n. 185/m. 284) refirió
que no podía haber más ni menos
magos que regalos recibiera Jesús, por lo
que la cifra quedó establecida en tres.
El papa San León suscribió esta
idea.
Sobre su procedencia – que recién hacia el Siglo IX
comienza a comentarse –
se atribuyó a Melchor ser rey de Persia, a
Gaspar de la India y a Balthazar rey
de Arabia. En hebreo estos nombres
significan: Melichior, “rei de luz”;
Gathaspa “el blanco” y Bithisarea “señor de los tesoros”.
«Los
reyes de Tarsis y de las islas ofrecerán presentes, los reyes de Arabia y Saba
le traerán sus regalos, y todos los reyes de la Tierra le adorarán». (Salmo 71,10).
Aquí aparece Saba, lo que conlleva
otro misterio pues son las tierras de la
enigmática Reina de Saba, territorio
que hasta fuera buscado por aire en
el desierto de Yemén en 1933 por el
mismo André Malraux.
De acuerdo a los libros
litúrgicos los "Reyes Magos" fueron así denominados
recién en el siglo VI. Un
siglo después adquirieron nombres y fisonomía propia.
Fue cuando el historiador
y monje benedictino inglés Beda, el Venerable
(n. 673/m. 735), sentenció: "Melchor era anciano, de larga y poblada barba;
Gaspar, joven, lampiño y rubio, y Baltazar negro con espesa barba".
Algunos historiadores
sostienen que los "magos" murieron en el año 54,
después de celebrar juntos la
Navidad. Tras siglos
de peregrinaje, sus restos
alcanzaron reposo en tierra alemana.
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Relicario de los Reyes Magos en la Catedral de Colonia, Alemania |
Alonso Piñeiro aclara: "(...) en la bella Catedral de
Colonia admiré el sepulcro de los
famosos Reyes, consistente
en una urna de oro y plata de trescientos cincuenta kilos de peso.
¿Cómo
llegaron esos restos de hasta la cautivante ciudad germana? En lo que
fue,
sin duda, la primera expedición arqueológica de la historia Elena, la
madre de
Constantino el Grande – fundador del Imperio Bizantino – encontró la
Cruz en la
que
Cristo fue crucificado, la corona de espinas y los restos de los Reyes
Magos.
Posteriormente, éstos fueron trasladados desde Palestina – lugar
del hallazgo –
hasta Constantinopla (...) tiempo después hubo otra mudanza, en esa ocasión
hasta Milán. En el año 1164, el emperador
Federico Barbarroja le regaló la urna
al obispo de Colonia, quien hizo
edificar lo que al tiempo sería la actual
y bellísima Catedral homónima.
(...) Como se supone que los Magos murieron
martirizados, se fijaron las
fechas respectivas de su martirologio: el 1 de enero
San Gaspar; el 6 de
enero San Melchor y el 11 de enero San Baltasar".
Aunque – según una tradición de la Edad Media – los magos
se habrían
encontrado 50 años después del nacimiento de Jesús, en
Sewa – una ciudad
de Turquía – donde, finalmente, habrían de
fallecer. Mucho después,
sus cuerpos fueron llevados a Milán (Italia).
Muchas gracias doctor Las Heras!
Si quieren comunicarse con el doctor Antonio Las Heras, pueden hacerlo
teniendo en cuenta los siguientes links:
Antonio
Las Heras es doctor en Psicología Social y magister en Psicoanálisis.
Presidente de ACARMAS, Academia Argentina de Masonería, Ciencias
Iniciáticas,
Primordiales y de la Tradición Hermética. Gran Prior Magister
para la Argentina
de la Soberana Orden Militar del Templo de Jerusalén.
Autor de “Jesús de
Nazareth. La biografía prohibida”, Ediciones Nowtilus
(Madrid) y “Sociedades
secretas: Masonería, Templarios, Rosacruces
y otras ordenes esotéricas”, Editorial
Albatros (Buenos Aires), libro que
recibió la Faja Nacional de Honor en el
Género Ensayo de la Sociedad
Argentina de Escritores (SADE).
Facebook: Antonio
Las Heras. Teléfono 54 11 4371 4788
Silvia Ramos de Barton
Directora
Twitter: @SilBarton